He descubierto que mi vida no es una película y que, si lo hubiera sido alguna vez, habría sido una película de bajo coste con guionistas penosos, una producción lamentable, un director sin gusto alguno y unos actores de puta madre.
Poca homogeneidad y, como diría mi amigo mexicano, “cero V.I.P”. Las localizaciones han sido numerosas, y la verdad es que nada caras, la fotografía ha sido más que aceptable, teniendo en cuenta la improvisación y la falta de presupuesto, y la banda sonora, bueno, eso también se salva (con sus altibajos).
Están de moda las trilogías, las precuelas y los “remakes”, por no hablar de los “spin offs”, de los que yo incluso he rodado algún que otro capítulo piloto (porque claro, esta película imaginaria habría dado para una serie). La voz en off es la misma: monótona, melancólica, sensiblera y autocomplaciente. Las estrellas invitadas llegan, hacen su papel, rompen la monotonía y desaparecen para dar paso a la siguiente, y las temporadas van sucediéndose y puede verse cómo los personajes centrales evolucionan y las relaciones entre ellos cobran vida propia. Se mantiene de fondo un tenue hilo argumental, y el estilo ha ido cambiando para adaptarse al circo del espectáculo, pero con tanto actuar no tengo tiempo de nada más, y mi personaje se ha apoderado de mí.
Nunca quise encasillarme, y lamento haber adquirido vicios por deformación profesional, temo no tener el control sobre el personaje, pero hey, ¿saben algo?, no pasa nada, porque hoy he llegado a una conclusión: He descubierto que mi vida no es una película.
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