19 mayo 2009

...y además.


La misma realidad depende de quién la decodifique (es eso o que hay distintas realidades) y tampoco es que me importe demasiado, pero el caso es que de pronto me observo durante 5 segundos escasos a 5 centímetros de ser feliz eternamente (es decir, durante 5 segundos eternos) y mi reacción cuando se rompe la eternidad no puede más que ser la más vulgar de las posibles reacciones cuando una eternidad escasa de 5 segundos se rompe.

Y eso puede ser bueno, porque ha sido la última vez que se ha roto mi eterna felicidad, la última de muchas otras que irán viniendo y rompiéndose. Yo las observaré, en silencio, a 5 centímetros de estar dentro de una realidad que decodifico desde fuera por miedo profiláctico (son ya demasiadas cicatrices como para no usar la coraza de mi corazón, con la firme esperanza de que algún día me lo robes cada mañana y me lo devuelvas todas las noches).

Y respiro de nuevo, porque 5 centímetros durante 5 segundos son mucha más felicidad eterna de la que puede soportar mi balance de espectativas desencajadas y esperanzas atenuadas entre papeles, canciones, pañuelos, bolígrafos y el roce de tu mano, tu pelo o tus ojos sobre mi alma, que no se acostumbra a que cada eternidad sea tan leve y tan lejana como mi alma de tu cuerpo.

Tú, que por un momento desapareces entre mi respiración y el resto del mundo para volver, 5 segundos después, a ser eternidad rota para siempre.

10 mayo 2009

Eco

...ser un minuto, apenas un segundo, y no pretender siquiera dejar más huella que el humo de mis cenizas, que tú contemplas confundirse con el viento alguna tarde de un otoño en tu ventana abierta, con ojos de nadie y corazón de todos, y con el recuerdo en tu estómago de palabras pronunciadas cuando todo era aún posible, cuando nada era ya probable...

06 mayo 2009

Cómo hacer hablar a las sandías

Hay que esperar apostado, cerca de una entrada/salida, y mimetizarse con el entorno. Por estas fechas será fácil que una sandía despreocupada (o muy ocupada en cualquier menester) cruce el umbral y se sitúe cerca de nuestro radio de acción. Éste es el mejor momento para iniciar el "ataque". Diríjase con tranquilidad hacia la sandía. Prepare la bola metálica y el péndulo, y colóquelos en situación. Previamente habremos situado un micrófono o cualquier otro mecanismo de recogida de sonidos para obtener muestras del experimento.
Éste será el momento crucial: sitúe su mano de tal manera que la sandía lo interprete como un signo de acercamiento. Espere una reacción positiva por parte de la sandía. cuando perciba que la sandía se ha relajado lo suficiente, accione el mecanismo del péndulo. La bola metálica golpeará entonces ligeramente la carcasa de la sandía, provocando que las ondas de dicha colisión atraviesen por completo el interior de la sandía, transformándose de esta manera en ondas sonoras que podrán ser captadas por nuestro micrófono, obteniendo así lo que viene a ser (a falta de una denominación mejor) la carcajada de una sandía.