19 mayo 2009
...y además.
La misma realidad depende de quién la decodifique (es eso o que hay distintas realidades) y tampoco es que me importe demasiado, pero el caso es que de pronto me observo durante 5 segundos escasos a 5 centímetros de ser feliz eternamente (es decir, durante 5 segundos eternos) y mi reacción cuando se rompe la eternidad no puede más que ser la más vulgar de las posibles reacciones cuando una eternidad escasa de 5 segundos se rompe.
Y eso puede ser bueno, porque ha sido la última vez que se ha roto mi eterna felicidad, la última de muchas otras que irán viniendo y rompiéndose. Yo las observaré, en silencio, a 5 centímetros de estar dentro de una realidad que decodifico desde fuera por miedo profiláctico (son ya demasiadas cicatrices como para no usar la coraza de mi corazón, con la firme esperanza de que algún día me lo robes cada mañana y me lo devuelvas todas las noches).
Y respiro de nuevo, porque 5 centímetros durante 5 segundos son mucha más felicidad eterna de la que puede soportar mi balance de espectativas desencajadas y esperanzas atenuadas entre papeles, canciones, pañuelos, bolígrafos y el roce de tu mano, tu pelo o tus ojos sobre mi alma, que no se acostumbra a que cada eternidad sea tan leve y tan lejana como mi alma de tu cuerpo.
Tú, que por un momento desapareces entre mi respiración y el resto del mundo para volver, 5 segundos después, a ser eternidad rota para siempre.
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