30 octubre 2010

De la Lengua Catalana y el Ayuntamiento de Barcelona.

“La definición del Catalán como lengua propia de Cataluña no puede justificar la imposición estatutaria del uso preferente de aquella lengua en detrimento del Castellano, también lengua oficial en la Comunidad Autónoma.” 
Éste no es el primer país bilingüe donde vivo. Tampoco es el primer país plurinacional en el que trabajo. Además, provengo de Extremadura, una región fronteriza en la que se rotula ocasionalmente en Portugués, y debo decir que el “patriarca” de mi familia es de La Guardia (desembocadura del Río Miño en su frontera con Portugal, en Pontevedra) y habla Gallego y Castellano. Soy profesor de idiomas y filólogo, y tengo familiares (en esta y previas generaciones) de varias culturas y procedencias geográficas.
Todos estos antecedentes pretenden posicionarme ante el debate sobre la utilización del Catalán como lengua preferente en el Ayuntamiento de Barcelona, sobre lo que dictan tanto la sentencia 31/2010 del Tribunal Constitucional (revisando la posible inconstitucionalidad de algunos preceptos del Estatuto de Autonomía) como un auto del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) que anula de manera cautelar algunos artículos del Reglamento de Uso de la Lengua Catalana del Ayuntamiento de Barcelona. Yo me planteo qué implica todo esto.
¿Un clavo más en la tumba de una lengua más? (lo que significaría caminar hacia una lengua menos). Restar es el problema. Las condenas vienen servidas en muchos formatos y acatarlas puede ser inmoral y de necios. Ya que hay un Estado (plurinacional), debería poderse estudiar cualquier lengua de ese Estado en todo el Estado, y quizás así la ignorancia vertebradora (que pretende unir, engrandecer y liberar) no tendría el ansia de terminar con lo que ahora desconoce. 
Hay muchos derechos, pero quien tiene la carta en la mano elige el menú que más le conviene, y quien no sabe leerla se pierde los platos más sabrosos y no llega a los postres. Educar, leer, viajar y escuchar. Respeto.
Hay espacio para todos, (“A Barcelona tot hi cap, però no tot s’hi val“) no entiendo el miedo al Catalán y no temo al miedo al Castellano. La rigidez de algunas mayorías nos lleva a una intrasigencia que nos aboca a la prohibición que nos quita la libertad que nos da la razón que nos quieren arrebatar quienes tienen estrechez de miras.
Creo yo.

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